Recién estaba empezando el año 2008, cuando se me presentó todo un desafío. La meta era subir 4 volcanes del Norte de Chile, en el valle interior de la XV región de Arica y Parinacota. Para lograrlo, serían 2 meses de intensos entrenamientos junto con las otras 11 personas que se unirían a este emprendimiento de montaña.
Inicialmente llegamos a Putre para comenzar la aclimatación, dado que el principal desafío de subir estos volcanes, además del frío extremo, sería la gran altura, donde el cuerpo no está acostumbrado a vivir. Los volcanes que subiríamos eran:
Guallatire 6063 m.s.n.m. (metros sobre el nivel del mar)
Parinacota 6342 m.s.n.m.
Pomerape 6282 m.s.n.m.
Putre:
En Putre conocimos el regimiento y a los militares del lugar, lo que fue toda una experiencia en sí misma. Entre las bromas, conversaciones, partidos de fútbol a 3000 metros de altura, fuimos teniendo nuestra primera probada del lugar. Con comidas digna de soldados imposibles de terminar, tuvimos la oportunidad de conocer a las personas que resguardan nuestra frontera con Perú y Bolivia. Allá en Santiago, uno se olvida de los roces limítrofes con esos países, pero en el norte, eso es una constante imposible de no notar. Estar siempre preparados es la consigna, pero pese a eso, las personas de ese lugar tienen una gran calidad humana, que se muestra en sonrisas y bromas abundantes.
La plaza de Putre
Estando allá, hicimos nuestras primera caminatas a cerros cercanos, para revisar luego con el enfermero del regimiento, nuestros signos vitales, para saber si estábamos listos para lo que venía.
En un cerro al lado del pueblo donde los militares subían en 20 min para entrenar. Nosotros nos demoramos 12 min en subir
Con esas caminatas pudimos ir familiarizándonos con el paisaje, vegetación y la fauna del lugar, bastante distinta a cualquier otro lugar que haya conocido. Las llamas, alpacas, vicuñas, y la estepa eran abundantes.
Un agricultor aymara del pueblo
El mismo agricultor con Putre de fondo
Virgen del Cerro de Putre
Guallatire:
Ya habiendo aclimatado, llenado los bidones con agua y discutido los planes para el primer campamento, emprendimos camino junto a Justino (nuestro chofer) a través del lago Chungará, para llegar al lugar que sería nuestro primer campamento a 5100 m.s.n.m.
Primer campamento base en faldas del Guallatire
Vista del Guallatire
Ya en el primer campamento notábamos la dificultad para respirar debido a la altura. Determinamos las rutas que seguiríamos para subir los primeros dos volcanes puesto que el campamento base estaba cerca de ambos. Exploramos un poco el lugar caminando sin el peso de nuestras mochilas. Ya en la noche, dormir se hacía difícil o casi imposible, pero lo bueno es que tendríamos todo el día siguiente para descansar y acostumbrar el cuerpo a la altura.
Al día siguiente esperábamos ansiosos para partir a las 03.00a.m. hacia nuestro primer 6000. En un lugar como ese, uno se acostaba temprano (como a las 21.00) porque sin luz en realidad no queda mucho que hacer más que conversar. Eran ya las 2.00a.m. y sin necesidad de escuchar el despertador, pues la ansiedad me había mantenido despierto, pego un grito para despertar al resto del campamento. Puntualmente emprendimos la marcha 11 personas (la 12va llegaría para los últimos 2 volcanes) hacia el el primer volcán, uno de los más activos de Chile.
Al principio, los primeros 400 metros de subida se hicieron relativamente fáciles, aunque ya se notaba la falta de aire. Habían pasado 3 horas y ya amanecía. Llegando a los 5.500 metros de altura, la subida había vuelto exponencialmente más difícil. Sin exagerar, por cada paso que daba, el corazón latía 20 veces, respiraba tres, para recién dar el otro paso con signos de cansancio evidentes. Sin importar cuánto había entrenado, es imposible predecir la reacción de cada persona a la altura, y a mí me estaba costando acostumbrarme.
Al principio, los primeros 400 metros de subida se hicieron relativamente fáciles, aunque ya se notaba la falta de aire. Habían pasado 3 horas y ya amanecía. Llegando a los 5.500 metros de altura, la subida había vuelto exponencialmente más difícil. Sin exagerar, por cada paso que daba, el corazón latía 20 veces, respiraba tres, para recién dar el otro paso con signos de cansancio evidentes. Sin importar cuánto había entrenado, es imposible predecir la reacción de cada persona a la altura, y a mí me estaba costando acostumbrarme.
Penitentes de la subida al Guallatire
El grupo se separaba ya bastante entre los que se sentían mal y los que no habían sentido tanto la puna o mal de altura. Comer algo era impensable, pues inmediatamente lo vomitaría por asco. Lo único que aguantaba tragar era un té que había preparado antes, de esos que llevan casi un kilo de azúcar. El frío era intenso, unos -10 ó -15º bajo cero. Las horas para llegar a la primera meseta a 5900 metros se hicieron eternas, no sabiendo si podría seguir. La primera parte, fue subir un camino hecho de remanente de cenizas volcánicas muy finas, con las que con cada paso que uno daba, retrocedía dos. Era como subir una duna gigante, pero helada y sin aire. Después de pasar las cenizas, comenzamos a pasar un zona de penitentes de hielo (filos de hielo que se forma por acción del viento y sol de forma única en el mundo, sólo en la Cordillera de Los Andes) usando nuestros crampones, donde era muy fácil caerse.
Se aprecia lo cansador de subir los penitentes a esa altura
Ya un grupo se había separado y había emprendido camino hacia la cumbre después de largo discutir los peligrosos y nocivos efectos de la fumarola de azufre que despedía el volcán. Sólo abajo nos reiríamos de los comentarios de Fischer "es venenosa esa wea, no subamos". Un segundo grupo, incluyéndome, se había quedado rezagado por el cansancio y mal de altura. Finalmente, 7 de 11 personas hicieron cumbre. Partió un grupo de 6 personas y yo lo vi hacer cumbre. Más atrás en la meseta, por lo mal que me sentía y cansado que estaba por la falta de oxígeno, me tiré en la nieve, donde dormí profundamente por 15 minutos. Cuando desperté, los vi en la cumbre, miré mi reloj, eran las 12:30 y habíamos dicho que sólo podríamos subir hasta las 13:00. Decidí que por muy cansado y mal que me sintiera, no podía perder la oportunidad de hacer cumbre. Sacando fuerzas de no sé dónde, caminé llegando a la cumbre en menos de 15 minutos, para sólo detenerme en la cima.
Acercándonos a la cumbre, con un olor a azufre (huevo podrido) insoportable
Acotango:
Habiendo ya tenido la experiencia de haber subido un 6 mil, ya varios ponían en duda su interés y capacidad para seguir enfrentando los desafíos de la expedición. Teniendo en cuenta lo cerca que habíamos estado de quedarnos cortos de tiempo, decidimos partir con mayor anticipación al Acotango. Partiríamos a las 3 de la mañana.
Ruta planificada para subir el Acotango
Ese día, el despertar fue sacrificado. A las 2 de la mañana, cagados de frío, y con muchos metros de subida por delante. De hecho, ese fue el día más frío que tuvimos allá. A esa hora, habían 15 grados bajo cero. Emprendimos la marcha en la oscuridad por la ruta planificada. Ese día, andaba con mi mejor físico, ya me había acostumbrado a la altura, no me sentía cansado y estaba con el mejor de mis ánimos. Ese día me tocó devolverle la mano a mis compañeros que tanto me habían ayudado en el primer volcán, en especial porque el frío tenía mal a algunos. El viento empezó a hacerse cada vez más fuerte, y la temperatura bajó hasta los -30º. No se porqué pero no sentía nada de frío, por lo que pude pasarle mis guantes a un amigo y ayudar a otro a que no se le congelaran las manos. Físicamente, esa montaña era mucho más fácil que la otra, por lo que subimos mucho más rápido de lo presupuestado, haciendo cumbre antes de las 11:00.